Hoy en día es muy común que si pensamos en mejorar la eficacia del sistema de frenos, pensemos en utilizar discos y pastillas de mayor tecnología, pero no pensamos en un componente importante y muchas veces olvidado para mejorar el frenado: el Líquido de Frenos.
El sistema principal de frenos es activado por un pedal situado en el interior del vehículo, que gobierna el conductor con su pie derecho. El esfuerzo sobre el pedal es transmitido a los frenos por medio de una instalación hidráulica, en la que se dispone un cilindro maestro o bomba de frenos donde se transmite la presión al Líquido de Frenos, posteriormente dicha presión llevada por ductos a los cilindros de frenado de cada rueda accionando finalmente las balatas, estos elementos presionan los discos o tambores de forma uniforme con el objetivo de disminuir/detener efectivamente el movimiento de la unidad.
Los Líquidos de Frenos deben ser capaces de garantizar una transmisión de la presión en el sistema de frenado de manera que no se produzcan pérdidas de presión ni burbujas que pongan en peligro la efectividad de la frenada, a esto hay que añadir que éste es el único fluido del automóvil que compromete directamente la seguridad del conductor, por lo que debe cumplir con ciertas funciones y características tales como: mantener su viscosidad, resistir la oxidación, lubricar las piezas móviles del sistema, proteger contra la corrosión, tener una alta estabilidad térmica y mantener un punto de ebullición muy elevado.
El líquido de frenos es un líquido hidráulico que hace posible la transmisión de la fuerza ejercida sobre el pedal de freno a los cilindros de freno en las ruedas de automóviles, motocicletas, camionetas, microbuses y algunas bicicletas avanzadas.
El líquido de frenos se compone normalmente de derivados de poliglicol, lo que le confiere un punto de ebullición elevado, dicha característica es necesario debido a que al frenar se producen muy elevadas presiones lo que conlleva a la generación de mucho calor, el calor facilita la formación de burbujas en el interior del fluido, dichas burbujas en combinación con las condiciones de operación dañarán el sistema de frenado de la unidad; otra característica que debemos cuidar es la temperatura de congelación o punto de congelamiento del fluido ya que debe ser muy bajo para que no se congele el fluido con el frío.
El líquido de frenos es higroscópico; es decir, capaz de absorber humedad, debido a esto si el contenido de agua supera el 3%, la temperatura de ebullición desciende de 205° a 150° C, lo que implica la sustitución del líquido. No debe utilizarse un Líquido de Frenos que se haya mantenido un tiempo prolongado en contacto con el aire.
Dado que el líquido de frenos está en contacto permanente con los componentes del circuito (caucho, cobre, acero, etc.), deberá poseer propiedades anticorrosivas que impidan la interacción química entre ellos, ya que podría repercutir deteriorando los componentes del sistema. Nunca se debe de mezclar un líquido mineral con otro sintético ya que no son bases miscibles.
Cuando se realizan intervenciones en el sistema de frenado, como el cambio de un cilindro receptor, en las cuales se rompe la hermeticidad del circuito, es imprescindible realizar el cambio total del líquido de frenos. Los fabricantes recomiendan el cambio cada 80 000 Km. o dos años.
Hay básicamente dos tipos de líquidos de frenos: los que tienen una base de glicol y los que tienen una base de silicona, siendo muy importante nunca mezclarlos entre ellos. La clasificación de los diferentes tipos de líquidos de frenos la realiza el Departamento de Transporte de los Estados Unidos “DOT” por sus siglas en ingles (Department of Transportation), existiendo las siguientes especificaciones: DOT 3, DOT 4, DOT 5 y DOT 5.1, siendo generalmente la diferencia entre los diferentes líquidos de frenos la resistencia a la temperatura teniendo como referencia el punto de ebullición seco (sin contenido de agua) y su punto de ebullición húmedo (cuando el líquido de freno contiene 3.5 % de agua).
Fuente: Roshfran
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